Muerdo cuando me enfado, duermo siempre con una pierna
fuera, hablo mientras duermo. Me acuesto siempre tarde y me gusta ver amanecer.
Normalmente grito, suelo pensar que siempre llevo la razón. Tengo la manía de morderme el labio cuando me
pongo nerviosa. Me sé las canciones de los dibujos animados que ve
mi hermano pequeño. Por las mañanas
prefiero que nadie me hable, porque me irrita. Me asusta la oscuridad. Odio los
domingos. Nunca he sido puntual. Me encanta
estar debajo de la ducha bastante raro, el sonido de los grillos por la noche,
el olor a la humedad de la lluvia y tierra mojada. Se me hace un nudo en la
garganta cuando veo fotos de mi niñez, y también cuando tengo que despedirme. Nadie entiende mi ironía. Por esas cosas y
muchas más son las que me hacen ser una persona extraña. Esos defectos y muchos
más los que yo estaba dispuesta a cambiar si alguien me daba tiempo, espacio.
Pero veo que pocas personas supieron apreciarme con mis defectos sin necesidad
de cambiarme.
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